(viene de 8)
El día siguiente y los posteriores de la semana transcurrieron de la misma manera. La bella mulata llegaba a la playa y buscaba la compañía de Miguel con el mismo punto de exhibición y flirteo. Hablaban de esto y de aquello con naturalidad, pero al menor atisbo de intento de ir a más por parte de Miguel ella reaccionaba con risas y evasivas. Tantas veces como le propuso él ir a tomar una copa juntos, ella le contestó que no era posible, que tenía otros planes o simplemente cambiaba el tema de la conversación. Tenía muchas tablas en el "cuerpo a cuerpo". Sabía cómo llevar la iniciativa sin parecer dominante, con solo utilizar su mágica sonrisa. El domingo, sin embargo, no acudió a la playa. El lunes tampoco. Miguel se dio cuenta entonces de lo mucho que la echaba de menos. El martes divisó su silueta a lo lejos, y decidió que ya iba siendo hora de iniciar el ritual del cortejo. Ella estaba especialmente bella. Una blusa ibicenca blanca sobre los ajustados shorts vaqueros, sus piernas desnudas sobre las sandalias romanas. Un look sencillo y casual. No necesitaba nada más para estar radiante. Se acercó hasta él y se sentó en su toalla. Sonrió. Miguel quiso preguntarle, saber el motivo…pero decidió que daba lo mismo porque lo único importante es que ella estaba allí otra vez. Era una nueva oportunidad que el destino le deparaba, y estaba resuelto a no desperdiciarla con fuegos de artificio. Charlaron hasta que Miguel la invitó a darse un baño. Ella aceptó. Se quitó la blusa blanca dejando sus preciosos pechos al descubierto. Luego se despojó del short y quedó a los ojos de Miguel solo cubierta por un exíguo tanga negro que dejaba al descubierto sus bien formadas nalgas. Era una auténtica venus con piel de bronce, una hembra que sin ser escultural podría encandilar al más indolente de los hombres. Rezumaba sensualidad. Se bañaron, jugueteando, dejándose llevar por sus instintos, entregándose a delicados roces, encontrando sus cuerpos con un estudiado azar. Salieron del agua y se secaron mientras continuaban charlando. Miguel la invitó a tomar una copa, una vez más. Ella le miró fijamente y le respondió que eso no era una buena idea. Miguel insistió. "De acuerdo, Meuguelinho. Pero no habrá sexo", le respondió ella muy seriamente. Aceptó, pero sabía que el irrefrenable sentimiento que le poseía acabaría por quebrar el pacto. Le daba igual. Hacía mucho tiempo que no ejercía de "caballero", sino de simple macho. Parte de él no pensaba más que en poseer a aquella mujer, pero había otra parte que necesitaba saber qué ocurriría cuando la sed de fornicio estuviera saciada. ¿Podría volver a sentir lo mismo que cuando lo hacía con Laura? Sólo había una forma de despejar la duda que se había instalado, poco a poco, dentro de sí. Violaría el pacto que había sellado con Eva Luzia. Tenía que hacerlo y seguro que ella lo entendería.
(continuará…)